Cada año, la abuela insistía en colgar el último adorno ella misma. Era una pequeña campana de vidrio agrietado. Nada lujoso. Una Navidad, no llegó al árbol. La familia discutió sobre quién lo colgaría. Viejas heridas resurgieron. Viejas rencores volvieron como fantasmas en el espumillón. Finalmente, el nieto más pequeño subió a la silla y colocó la campana cerca de la parte superior. Dentro había una nota doblada que nadie había visto nunca. Decía: "Cuando me haya ido, no peleen por mí. Amen más fuerte. Perdonen más rápido. Estaré justo aquí." Ese año, el árbol se sintió más lleno que nunca. Cada familia tiene cierto dolor y cicatrices que parecen imposibles de curar. Y pueden serlo, pero aún podemos hacer nuestro mejor esfuerzo por amar. Dios sabe que la mayoría de las personas no carecen de otro iPhone, un coche o joyas. Nada es más valioso que compartir AMOR con los demás. Puede que seas el ÚNICO que hizo esto esta Navidad por esa persona que está hambrienta de AMOR. "Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios." Mateo 5:9 ¡Dios es bueno!