Te adentras en el cálido y ámbar silencio de un pequeño bar donde las botellas brillan como galaxias lejanas. El barman pule en silencio un vaso, y el televisor de arriba parpadea con los recuerdos de otra persona. Ella está allí en el reservado, con el cabello rojo y una sonrisa comprensiva. La risa llega con un medio compás de retraso; el suelo parece respirar. Por un instante, la puerta derrama un desfile de juguetes: teteras, muñecas, paraguas, pancartas absurdas marchando al son de un pequeño himno. Y luego la habitación exhala. El hielo tintinea. El mundo se estabiliza. Te sientas allí, parte detective, parte sonámbulo, observando cómo tu reflejo se divide y se vuelve a unir en las botellas, preguntándote qué versión de ti acaba de pedir la bebida. -42